Alba G. Corral (Madrid, 1977) confiesa que tardó mucho tiempo en considerarse artista. La precariedad demasiado asociada a las artes digitales y el hecho añadido de ser mujer, la hacían dos veces rebelde.
Después de quince años instalada en Barcelona y de ser considerada un referente internacional
en su disciplina, esta condición ya no la discute nadie. Por la envergadura de su trabajo y para un posicionamiento casi político de su condición de creadora.
El Palau invita una programadora de código, de software generativo, una activista del arte que conoce el pulso del underground experimental barcelonés de la última década. Desde salas ya extinguidas como el Zentraus Club de la Rambla del Raval, espacios de vanguardia como el Hangar o centros de creación multimedia como el Nido del Poblenou. Este es el ecosistema de una artista que ya ha pasado por festivales imprescindibles, como Sónar, eufónico, L.E.V. o Mutek. Una poética visual que se ha podido ver en diferentes continentes con formatos que van de la instalación en la hoja dome. El verano pasado inauguraba el Festival Grec con el mítico Kronos Quartet en un nuevo hito como creadora y performer.
Pero… ¿qué hace Alba G. Corral? Pintar paisajes digitales que dialogan con la música que acompaña. Exhibiciones visuales a gran escala creadas a partir de la programación de un código algorítmico -comportamientos preestablerts- que la visualista conduce en directo. Un imaginario de una riqueza cromática abrumadora y bocetos que se ramifican creando figuras improbables.
En definitiva, y cumpliendo la profecía de Kandinski: luz, forma, movimiento, color y espacio que son música visual.
Composición y programación. Organicidad natural y tecnificación urbana. Matemática y arte. Binomis que Alba G. Corral ha puesto al servicio, principalmente, de música electrónica y electroacústica, y que el Palau invita a imaginar con el lenguaje de la clásica en algunos de sus conciertos y actividades. Una estética que no sólo empapa la imagen gráfica de la temporada, sino que se plantea el reto de multiplicar la gran razón de ser de nuestra sala: ofrecer experiencias en vivo que se graben en la memoria.